A los lados, y poniendo este como figura central de los componentes que forman parte de la danza que solamente andan, esta situados los últimos cuatro elementos que forma parte de la danza de la Muerte: las antorchas.
Su incorporación al cuadro es bastante reciente, pero su integración es tan precisa que es necesario considerar, ya, como parte indisoluble de la danza.
Dos niños y dos hombres son los encargados de representar este papel, de manera que si el conjunto de danzantes lo componían dos adultos y tres niños, los que no danzan son, precisamente, tres adultos y dos niños.
La función es bien siempre: se encargan de iluminar con unas antorchas de petróleo, al resto de la danza.
Su posición en la danza es la lógica ateniendo su función. Van detrás porque son simplemente comparsa que andan al ritmo del tambor, y los dos pequeños van delante de dos adultos, para que no se distraigan de su función de iluminar el espacio del resto de componentes.
Son unos elementos que no necesitan de ninguna forma de preparación especial para poder actuar, pero sobre todo los más pequeños es necesaria que sean muy resistentes al mareo ya al sueño, ya que tienen el fuego y el humo delante mismo de su cara y las consecuencias de poca resistencia, podrían ser acusadas al cabo de muy poco tiempo.
Tanto las antorchas como el tambor, traen consigo instrumentos que por su misma estructura, les impedirían danzar; Así, pues, no necesitan gran libertad de movimientos, y se presentan como si fueran esqueletos vestidos con una túnica, cosa que les diferencia aún más del resto de los componentes de la danza.