El abanderado

Otra de las funciones especificas que encomiendan las danzas folclóricas, por imitación de las cortesanas, a uno de los danzadores es la de convertirse en punto de referencia al resto de danzadores. Este punto de referencia puede ser un danzador o una bandera y a partir de él, el resto pueden tener una idea sobre los espacios que tienen que ocupar y sobre las proporciones que tienen que guardar.

En Verges, de esta función, se encarga el danzador que lleva la bandera.

Ocupa el centro de la danza; el resto de danzadores que forman los brazos de la cruz, tienen que mantener respeto a él una distancia que siempre tiene que ser equivalente. También es el eje de simetría entre los componentes que forman el brazo longitudinal y de los que forman el transversal. Con este punto de referencia continuo, la danza puede desplazarse linealmente hacia delante y a la vez ejecutar los movimientos de rotación individuales sin que el conjunto se desfigure. Así pues, podríamos decir que el abanderado es el centro de gravedad que une los distintos elementos de la danza en uno de solo.

Como que los otros danzadores se rigen en él, hace falta que sea una persona experimentada y que sea consciente que danza también para los otros.

Por esta razón, el abanderado es otro de los componentes adultos que integran la danza.

Su movimiento rotatorio es de media vuelta sobre el eje de su propio cuerpo a cada paso de danza. Su campo visual solo le permite ver el maestro de baile, ya que a cada paso cambia el sentido de rotación. Es suficiente pero para que pueda coger de él la idea de velocidad y dirección y la pueda transmitir a los otros esqueletos que lo toman como referencia.

Lleva la bandera cogida en una mano y apoyada al músculo, y la mano que le queda libre la mantiene caída paralelamente al cuerpo. Así pues, como en el caso del maestro de baile, solo tiene movilidad de cintura para abajo y mantiene derecho y estático el resto del cuerpo.

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